Transcribo, para que las disfruten como yo, estas palabras de Canna Watta.
"Cómo no aprovechar el invento más revolucionario, hasta el día de hoy, que la mente humana tuvo el valor de crear. Todos deberíamos utilizar este don que recibimos desde la niñez en la escuela. Quién no recuerda a la maestra que le enseñó a escribir, entre los hombres es uno de los primeros amores, y las mujeres supongo que algo de admiración tendrán.
Por no ser dotado en mis genes con el canto u oído para la música, encontré las letras, todo un mundo de posibilidades. Con sólo veintisiete letras, podemos nombrar todo e incluso crear cosas que aún no conocemos o que ni siquiera existen. No hay límite exterior, lo único que frena es la imaginación del que sostiene la lapicera/lápiz/pluma o el que entró en el siglo XXI y teclea desde su notebook junto a su musa, para encontrar las palabras exactas que su mente quiere decir y la voz no puede.
Cuando me siento a escribir, mi entorno desaparece; la mano toma posesión de mi cuerpo y todo se concentra en ella. Aunque con timidez y nerviosismo al principio, comienza su viaje a través de mis ideas. Con cada palabra escrita, se siente más segura y confiada de lo que hace. Emula figuras que no encuentro en la naturaleza y que nadie puede igualar, sólo simular. Si no lo tomamos como algo cotidiano y aprendemos a observar la gracia de los movimientos, el ritmo, y la facilidad con que lo hace, es difícil no emocionarse. Desde las primeras letras en el cuaderno de un niño en la escuela hasta las históricas letras del siglo XIX, todas esconden tras su significado un arte único que jamás se volverá a repetir.
El problema es que de chicos nos convencemos –con toda la razón del mundo- de que es trabajoso, en la escuela los castigos son de escribir mil veces “no hablaré en clase”, transformando un arte en penas, y un gozo en sufrimiento. El que saca esa idea de la cabeza conoce un mundo virgen y exclusivo, que el único que puede abrir sus puertas y entrar en él es uno mismo. Si no aprovecha ese espacio, nadie lo podrá hacer. Si Juan Carlos Onetti no se hubiera arriesgado, no tendríamos sus pensamientos en papel, sin Pablo Neruda qué poema de amor recitarían los enamorados en San Valentín.
Algunos están hechos para los números, otros para la pintura, pero todos estamos para la escritura y aún así es una práctica que cada vez se practica menos y nadie se asombra. Los nenes prefieren la computadora que, aunque siempre igual, les entretiene más, mientras que desvalorizan la escritura.
Por eso es que escribo, porque no hay razón para no hacerlo; está diseñada para explotarla y cambiarla. Es la mayor libertad que puedo sentir, es cuando puedo decir que soy Feliz. Cuando estoy en blanco, me frustro; no todo en la vida es color rosas y tirar manteca al techo, pero lo tomo como un desafío en el que el rival a vencer soy yo. No sé de antemano cuál es mi máximo en la escritura ni adónde voy a llegar con certeza, sólo transitando ese camino conozco el resultado".