domingo, 11 de noviembre de 2007

Última oportunidad

Salí a tomar algo con unos amigos, Álvaro que estudia Historia y Nacho que hace Arquitectura. Como siempre surgió el tema de los amores. Esta fue la charla con Álvaro.

Álvaro: Yo estoy muy bien con mi novia la historia. ¿Y tus amores Lu?
Yo: Yo estoy más o menos con mi novio el casado.
Álvaro: Es una relación complicada.
Yo: Ya sé. Una vez entube cerca de conquistarlo, ahora por más que trato no puedo, qué le voy hacer.
Álvaro: El diecinueve lo vas a conquistar, estoy seguro.
Yo: Eso espero, aunque la vez anterior creía lo mismo, y ahora es mi última oportunidad.

Después de explicarle a Nacho, que no soy una mala persona que anda con tipos casados sino que nos referíamos a la prueba de ortografía, cambiamos de tema.

P.D.: En la foto aparece, para quienes no lo conocen, nuestro amigo Manuel Casado autor de El castellano actual: usos y normas.

jueves, 1 de noviembre de 2007

La cama en dos minutos

Un día, luego de que mi hermana me torturó con la forma de hacer la cama, decidí que no le iba a dar más de dos minutos de mi vida a esta tarea.
Según ella, lo mejor es ir estirando cada uno de los elementos con los que me tapo y meterlos debajo del colchón, también de a uno. No hay nada más incómodo que tener que dar la vuelta a la cama cada vez que tengo que meter algo para abajo del colchón, ¿verdad?
Imagínense que además de las sábanas, uno tenga no sólo una sino dos, teros o cuatro frazadas, saquen la cuenta de cuantas veces tengo que ir y venir alrededor de la cama para meter todo cómo mi hermana quiere. Mi propósito es que quede hecha y no bajar de peso por el esfuerzo que me requiere hacerla.
Me pone de mal humor ver cómo mi hermana pierde los minutos, por lo general diez, en estirar algo que se va a deshacer por la noche cuando se acueste. Pero más rabia me da cuando los pierde en tender algo que yo voy a deshacer cuando me acueste. Sí, porque no sólo pierde el tiempo en la de ella sino que lo pierde en la cama de los otros.
Es tan ridículo eso de que todo tenga que quedar perfecto, sin una arruga, cuando se puede solucionar tirando, y no acomodando, unos almohadones y peluches para tapar las imperfecciones.
No sólo desperdicia los minutos del día, también pierde los de la noche cuando se levanta para arreglarla porque se le desarmó. A quien se le ocurre salir de la cama medio dormido para volver a tenderla, con lo lindo que es dormir, ¿no? Y encima no deja dormir a su compañera de cuarto, que soy yo.
Mil veces intenté explicarle que cuando uno está dormido no precisa que la cama esté bien hecha, si igual está dormido y no se da cuenta; pero no hay forma de hacerla entender.
Es una pesadilla tener a alguien dándote instrucciones de cómo tender la cama. No es lógico que se pierdan como mínimo diez minutos en algo que se puede hacer en dos.