jueves, 24 de enero de 2008

Los sobrinos


El que dice que tener sobrinos es un embole, no sabe lo que es tener sobrinos. No me estoy refiriendo a tener un sobrino, sino a tener, como yo, por lo menos cinco. Aunque se empieza por uno, que es con el que se aprende todo lo necesario para no meter la pata con los otros.
Es lógico que, con el primero, uno le haga caso a los padres y no use su imaginación para malcriar al pequeño, porque para eso estamos los tíos, para malcriar a los sobrinos.
Al principio se tiene cuidado de: lavarle el chupete cada vez que se le cae; darle la mamadera de leche sin azúcar y la comida sin sal; que el lugar donde va a estar esté limpio; hacerlo dormir con la luz apagada y que no haya ningún ruido que lo pueda despertar, los tíos tienen que descansar de los sobrinos, es fundamental que cuando se duermen nada los despierte.
Con el segundo y el tercero, la cosa cambia un poco: el chupete no se limpia todo el tiempo, se le cae más de cien veces por día, para qué lavarlo; el azúcar en la leche es relativa, si el nene tiene hambre, se la de lo que comió uno (esto quiere decir que tiene sal), que el lugar esté limpio no es tan importante, lo que si sigue siendo sagrado es la oscuridad y el silencio a la hora de dormir.
Con el cuarto y el quinto, nada de lo anterior es de mucha importancia, los tíos se dan cuenta de que los bebes duermen en cualquier lado sin ningún problema, y esto era lo único que se mantenía; toma un poco de tiempo darse cuenta de esto, pero se aprende. Estas cosas son sólo para cuando son chiquitos, muy chiquitos.
De grandes, entre dos y cinco años, son más divertidos. Se hacen los picaros cuando se van los padres y los tíos tenemos el campo libre para hacer lo que queramos con ellos y devolverlos. Es que tenemos esa ventaja, los devolvemos. Tenemos que recordar que nuestra tarea no es educarlos, es malcriarlos; esto quiere decir dar el niño todo lo que quiere.
Si nos acompaña a hacer las compras y pide un caramelo, se lo damos; y si no lo pide, también se lo damos. Así es con todo: helados, coca-cola, las figuritas para el álbum…
Uno no se aburre nunca de los pequeños que son la cosa más linda y, además, está la seguridad de que no se van a quedar para siempre, en algún momento van a volver los padres a rescatarlos.
Los padres son otra historia, rezongan a los pobres hermanos por cumplir su tarea sin darse cuenta de que ellos también la van a cumplir algún día, aunque para eso falte.

P.D.: En las fotos están mis sobrinos. En la primera y en la segunda, los hijos de Diego y Ceci, Maty, Nico, Nacho y Paz. En la tercera, la hija de Isma y Sofi, Pili.

1 comentario:

Flia Suardíaz Inthamoussu dijo...

Para comérselos tus sobrinos, pero como madre creo que te odiaría. Si es verdad que hay cosas que no son necesarias, pero discrepo en lo de malcriarlos, no te imaginás la bronca que da a veces. También es verdad que los niños terminan sabiendo con quién pueden hacer tal cosas y con quién no, sobre todo con quién no (los padres, que somos los malos de la película).